jueves, 2 de junio de 2011

Nosotros...





Resulta casi vulgar el modo en que a veces descubrimos las grandes verdades de la vida. 
Te encontrás con un grupo de amigos, tomando algo en un bar, riendo, hablando de tonterías, disfrutando de esa ilusoria sensación de que todo está bien; y casi sin darte cuenta te descubrís a vos misma con la mirada puesta en la mesa del de al lado, donde tiene lugar la realidad, negra como el café que sus ocupantes beben con desgana y áspera como los cigarrillos que fuman sin parar, esperando que su abatimiento se vaya por el conducto de ventilación con cada bocanada de humo que sueltan con la naturalidad marcada por el hábito.
Era una pareja de mediana edad, que bien podrían ser mis padres o los de cualquier amigo.
No se miraban a la cara. 
Cada vez que hablaban, sus palabras les pasaban de refilón, rozando sus mejillas, enrojecidas por lo incómodo de la situación. 
Por sus alianzas determiné que estaban casados. Por la conversación sobre sus hijos deduje que estaban casados el uno con el otro. 
Él estaba insatisfecho, y ella resignada. 
Me dio tanta pena aquella escena, tan distinta de lo que debió ser hace veinte años, cuando se miraban a los ojos, sin miedo a lo que pudieran ver en ellos, todo lo contrario, deseando descubrirlo. 
En ese momento, las risas de mis amigos o cualquier cosa de la que pudieran estar hablando no era más que una nube de humo sobre mi cabeza, algo tan irreal que bien podía haber confundido con el producto de mi imaginación, la que tantas veces me traiciona.
Una mesa a la derecha tenía lugar la disolución de una relación de pareja, la separación de dos personas que tiempo atrás se prometieron demasiadas cosas, convencidos de que tenían algún valor...
Ahora, un recuerdo que poco importaba.
Entre ellos había una mesa, y esa distancia tan corta, era, al mismo tiempo, una vida entera. 
¿Qué había borrado ese “nosotros” con el que muchos soñamos y en el que solo unos pocos creen? 
Niños difíciles, una profesión poco gratificante, terceras personas... 
Podía ser todo o no podía ser nada. Probablemente nada!
Simplemente dejaron de quererse. 
Punto. 
Tal vez el buscar un porqué podría servirles para entender. Incluso puede que les ayudase a entenderse. Pero nada cambiaría el hecho en sí. El fin de un “NOSOTROS”. 
Pensé en mi ex, en la posibilidad de haberme encontrado en aquella escena diez o quince años en mi futuro. Pude haber seguido con él, centrándome en el sentido más práctico de nuestra relación. Hacía que me sintiera protegida. Cómoda. 
Para muchos, eso es más que suficiente. Pero para mí no lo fue...
Es posible –no sé si probable- que acabe sola, pero algo me dice que esta soledad es muy distinta a la que la pareja de la que hablo lleva años viviendo. 

Puede que haya llegado la hora de ser feliz con uno mismo. 

No es un “NOSOTROS”, pero es un “YO”, lo que ya es bastante....

(FIN) jaja



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